Así solía llamarla. A ella le gustaba porque aunque era una sola palabra para ella significaba cientos de ellas. Recuerdo que la primera vez que se la dije no se lo tomó muy bien. Aunque es una expresión que suele utilizarse siempre de forma cariñosa durante unos instantes ella creyó ver una alusión a su baja estatura, pareció ofenderle y apenas me dio tiempo a reaccionar para evitar su enfado. Esbocé una ligera sonrisa mientras, a la vez que volteé rápidamente los brazos como dibujando una pirueta aérea, emitía fingidas carcajadas para tratar de relajar la situación. Acabé haciéndola reír.
Hacía ya un par de años que nos conocíamos pero hasta ese momento no habíamos pasado de la típica conversación laboral, literaria o cinematográfica. Ese día hablamos de otras cosas y al cabo de un rato se me escapó la palabreja.
- No peque, no me siento bien -le dije cuando después de hablar de mi fracaso matrimonial me preguntó si ahora me sentía mejor
Me abrazó. Guardó silencio durante unos momentos y perdió la mirada. Le había llegado el habitual momento de compasión ante el dolor de un amigo y en ese preciso instante empezó su viaje por la montaña rusa de la confusión emocional. Confundió amistad con amor, la pasión con la atracción física, el deseo con la necesidad. En esos viajes uno siempre viaja solo (en este caso sola). Empezó a ver las cosas que quería ver, no las que eran en realidad.
Durante unos meses titubeaba en las conversaciones, utilizaba expresiones confusas, generalizaba todos sus comentarios y opiniones. No quería, o no se atrevía, a decir las cosas, a llamarlas por su nombre. Cuando planeamos acostarnos juntos por primera vez a eso lo llamó encuentro. Cuando hicimos el amor no dudó en llamarlo "eso". Supongo que todo ello era fruto de la confusión, si pero también detectaba cierto temor. Ella, al igual que yo, tenía miedo a volver a enamorarse. Yo Creía que el proceso de enamoramiento era parecido a aprender a andar en bicicleta. Te caes y duele. Vuelves a subirte y vuelves a caer. Vuelve a doler. Acabas por mantener el equilibrio. Ella no. Pensaba que trás las dos o tres primeras caídas ya debía de abandonar. Por eso tenía miedo, por eso estaba confusa, por eso cuando hablaba utilizaba muchas palabras y por eso, no decía nada.
Al cabo de un tiempo descendió de la vagoneta de la montaña rusa. Su ex novio había reaparecido en su vida. Dos días más tarde recibí una llamada de mi ex mujer, quería volver conmigo. "Peque" pasó de la confusión conmigo a la confusión con quien había compartido los últimos seis años de su vida. Ahora me tocaba a mi subir al vagón.
Y vagué. Dios sabe que así fue. No sabía en que dirección disparar. A la diana en movimiento de la persona con quien había compartido siete meses de, llamémosla, intensa confusión o a la diana fija de la persona con quien había vivido durante catorce años. Disparé.
Disparé a la diana más pequeña. A la que se movía.
- Peque, ¿quieres mantequilla o margarina con la tostada? -le pregunté mientras aún se desperezaba
Después de cuatro años de casados aún no era capaz de recordar su preferencia.
...
Sí, acerté. La diana era pequeña, sí, pero la bala también. Nosotros no. Somos grandes, seguimos siendo grandes y... seguimos creciendo aunque sigamos siendo "peques".
Quizá sea demasiado pretencioso al escribir esto pero todo lo que podría decirse de mi se resume en una frase que, hace tiempo, dijo el bataría de una banda que me gusta mucho, Danny Carey, de Tool: "No soy quien quiero ser, no soy quién debería ser pero, por suerte, no soy quién era" En otras ocasiones me gusta referirme a mí mismo como hubiera hecho el escritor Orson Scott Card "Nuestra identidad no es nuestra forma, podemos tener cualquier forma y seguir siendo quienes somos"
Una historia realmente bonita...que apetece ser vivida..un historia con final feliz a pesar de las dificicultades vividas anteriormente por los protagonistas y que en definitiva forman parte de la vida de cualquier persona, tarde o temprano.
ResponderEliminarGran dilema: elegir la persona correcta...
Gracias Jose..por compartir tus historias con el resto del mundo.
Muchas gracias por tu comentario Conchi. Lo cierto es que cuando escribo algún relato quiero mostrar, intencionadamente, ciertas cosas que, en ocasiones, tienes claros matices autobiográficos. En este caso simplemente un pequeño cuento que le dedico a una persona muy especial a la que a veces llamo peque. Toda la gente que pasa por mi vida termina, de uno u otro modo, conviertiéndose en parte esencial de mi vida y por añadidura en personas especiales incluso la gente que en alguna ocasión haya podido hacerme daño.
ResponderEliminarGracias de nuevo a ti y a las personas que entráis en mi blog y dejáis algún comentario.
Saludos