miércoles, 30 de julio de 2008

Fotos

No soy muy amigo de las fotografías, para que negarlo. En muchas ocasiones se pone la misma disculpa, que si no soy guapo/a; que si no soy fotogénico/a...

Mi caso es algo distinto. Recuerdo un libro que leí hace mucho. Aún era estudiante recién entrado en el Instituto. Hablaba de una antigua leyenda india que venía a decir algo así como que cuando te hacen un retrato te robaban una parte del alma. Me impresionó. De tal modo que a día de hoy sigo siendo muy reticente a posar para cualquier tipo de instantánea.

En cualquier caso os iré dejando alguna...

Aquí estoy en un bar de Benidorm con unos amigos... A la derecha

Notas

15 de febrero

Lleva el pelo engominado y su corte es impecable. El planchado de su camisa resulta no menos perfecto. La viva imagen de un yuppi pasado de moda. Podría ser un corredor de bolsa o un agente comercial de una compañía de seguros cualquiera. Un maletín negro descansa sobre una de las tres sillas que rodean la mesa donde está sentado en la cafetería del aeropuerto. Lee un periódico con el papel de color sepia. Sin apartar la vista del periódico levanta la pequeña taza de café que le delata como consumidor de café solo o cortado. Pese a la prohibición del cartel que colgaba justo en la pared que tiene enfrente enciende un cigarrillo. El filtro es blanco por lo que es un tabaco extranjero o es tabaco negro. Quiero pensar en alguna clase de rubio exótico acorde con su aspecto. Uno de sus brazos me impide ver el paquete, no consigo averiguar la marca. Da intensas caladas entornado los ojos con cada una de ellas y acompañándolas con una ligera elevación de sus hombros. Parece disfrutar haciéndolo. He podido contar cinco antes de que uno de los empleados del establecimiento se acercase titubeante inclinándose ligeramente hacia la cabeza del engominado. Le dice algo que no consigo escuchar. De inmediato aplasta el cigarrillo en las paredes de la minipapelera metálica que preside la mesa, no hay cenicero. Apenas se ha inmutado mientras continúa leyendo el periódico. Durante unos instantes y con cara de sorpresa se queda fijamente mirando una de las páginas mientras niega con la cabeza. Esboza una leve sonrisa mientras continúa con su movimiento de negación, lo propio de un sabelotodo arrogante. Detesto esa clase de gestos. Se levanta y con paso apresurado se acerca al mostrador y se dirige a la única camarera de la cafetería. En unos instantes dispone de un minúsculo bocadillo sobre un plato con dos servilletas. Creo que es pollo, consigo ver la lechuga y un ligero desparrame de mayonesa por unos de los laterales. Le da un pequeño mordisco y se limpia la comisura de los labios con una de las servilletas. Levanta la cabeza y mira a su alrededor. No creo que busque a nadie. Desvía su mirada hacia cada una de las chicas bonitas que cruzan por delante de él. Solo las mira. No dice nada. Mira de nuevo el reloj, es la tercera o cuarta vez que lo hace. Sin embargo parece no tener prisa. Consigo fijarme en el paquete de tabaco que había quedado oculto bajo el periódico. Es un Winston raro. El paquete es blanco nunca había visto uno así. El Light tiene la banda de color azul, este la tiene roja y las esquinas de la cajetilla son redondeadas. Durante unos minutos juega con ella y con el encendedor. Coloca este encima, lo pone de pie, vuelve a recolocarlo mientras le da vueltas entre los dedos del mismo modo que un jugador de poker juega con una moneda. Finalmente guarda ambos en el bolsillo de su chaqueta. Deja la mano unos instantes dentro. Alguien se le acerca. Es un chico joven de esos que llevan dos cazadoras. Una de ellas con una capucha que sobresale por el cuello de la otra. Se para delante del yuppi y comienzan a hablar. Los dos dirigen su mirada hacia el panel de información de vuelos mientras siguen hablando. El engominado se levanta. El joven se vuelve sobre sí, coge una de las sillas y coloca su mochila en ella. Uno se va y el otro se queda. Coloca un libro encima de la mesa, un gorro de lana negro y un pequeño cuaderno. Consigo adivinar el título del libro, por la portada que había visto en otras ocasiones en varias librerías, en ella figura una fila de cigarrillos partidos por la mitad “Es fácil dejar de fumar, si sabes como”. Detesto esos libros de autoayuda, me hacen sentirme como un idiota. Pretenden hacer tu vida más fácil pero lo que consiguen es que sea la misma pero con unos euros menos en el bolsillo. Son como las hamburguesas, pura mierda aunque tengan buen sabor. Abre su cuaderno mientras sostiene un pequeño bolígrafo negro del tamaño de un mechero. El joven mira a su alrededor, mira al mostrador, a los camareros, a los viajeros que están sentados en las mesas esperando su vuelo, a la madre con una niña en brazos que no deja de llorar, mira a la chica de pelo rubio que cruza rápidamente por delante de él; me mira a mí.



15 de febrero

Son las 11:24 de la mañana. Estoy sentado en la mesa que antes ocupaba el director de logística de una empresa de fabricación de plásticos. Se marcha a Ámsterdam. Espero que vengan a recoger la mesa. Pediré un zumo de naranja y una tostada.

Mira y escribe. No deja de hacer ambas cosas. Chaqueta de pana gastada, gafas de pasta negra. Uno de esos escritores frustrados o de pega que quieren hacerse notar mientras escriben dios sabe qué con sabe dios que intención; uno de esos que piensan “Sólo quiero que vean que escribo, queda bien”. Quién sabe, quizás lo sea. Abro el libro. Quiero dejar de fumar.

Ella

Se despertó y yo con ella. Seguía teniendo esa luminosidad especial, tan suya, tan intensa, tan evocadora, tan majestuosa; nunca la había perdido. Podría decirse que es del todo imposible apagarla. Al menos a mí me costaba mirarla y no quedarme completamente anulado por su belleza, totalmente embriagado de fascinación. Sospechaba que para mí ya era algo único. Tenía la sensación de que el mundo se me quedaba pequeño cuando estaba con ella. No era una bruja pero me hechizaba del mismo modo.

Aún recuerdo la primera vez que la vi. Se la veía preciosa, resplandecía, casi brillaba aunque llovía y muy a pesar de los intensos grises del cielo. Una vaporosa neblina me envolvía placenteramente mientras la contemplaba. Me sentía extraño. Le susurraba, le hablaba pero ella no respondía, permanecía muda con el único acompañamiento del sonido de la lluvia, y la esporádica rabia del cielo que seguía a los relámpagos. No había ni una sola luminaria en el firmamento pero no importaba, ella estaba particularmente deslumbrante y su “sonido” comenzaba a hacerse característico. No fue, sin embargo, una sorpresa para mí descubrirla y enamorarme de inmediato de ella, ya me habían hablado de sus virtudes, de su magia, de su magnetismo, de su capacidad de seducción. Supongo que siempre sucede algo parecido cuando uno se encuentra con algo así. El letargo de cupido había tocado a su fin –me dije. Creo que me enamoré de ella antes de conocerla, antes de saber siquiera que existía.

La primera noche fue en una pensión de mala muerte de no más de seis euros la noche. No fue algo preparado, todo surgió de forma espontánea, de manera fortuita. Lo recuerdo bien ¡Cómo podría no recordarlo! Un frío y húmedo día de febrero; un montón de vetustas mantas de lana encima de una envejecida cama de madera despintada que ocupaba casi dos tercios de la habitación, ¿para qué dormir? Fue especial, tanto que aún después de diez años sigo recordando aquella noche como la más especial de mi vida o, al menos, de los últimos años. El regalo que todo soñador está esperando quizá durante toda su existencia; la perfecta celebración que acontece tras encontrarte con tu propia alma, el justo premio para un concursante cansado de perder.

Desde aquel momento dejé de sentir el gigantesco vacío que me acosaba desde hacía demasiado tiempo. Los días que siguieron a aquella primera noche fueron igual de cautivadores y extremadamente bellos. Lo compartíamos todo. Desde la primera hora del alba, el desayuno, la merienda, la cena, todo lo intermedio y todo lo que surgiera luego. Ella siempre me acompañaba a todas partes quizá fuera porque ella era todas partes. En realidad era todo. Una compañera, una amiga, un refugio, una aventura, una historia de amor, un deseo, un sueño, una esperanza. Una pasión.

Empezamos a acostumbrarnos a la normalidad, al transcurrir de los días, las tardes y las noches como si nada sucediera porque ocurría todo a la vez. Todo salía sólo, sin pensarlo. El amor perfecto pero un amor al que, pese a su alianza con la pasión, tendría que renunciar. Debía prepararme para despedirme de ella. Así fue. Ese día llovía, como si un libra estuviera llorando. Así era, lloraba. Me veía forzado a abandonar un sueño, a dejar a un lado mi fantasía romántica de morir a su lado.

Había llegado el momento.

Al bajar a la calle uno de los taxistas del barrio, Fermín, me reconoció de inmediato.

- Eres el vecino de los Navarrete, ¿verdad? –dijo con una sonrisa que pronto se transformó en una mueca de resignación y desinterés.

Recordaba haberle visto en una noche durante las fiestas del barrio. Me saludó y le devolví el saludo con lágrimas en los ojos, las lágrimas de un libra. Entendía la situación y no volvió a abrir la boca. Yo no quería hablarle de ella y él pareció adivinarlo. Me ayudó a meter mi equipaje en el maletero del Renault Scenic que le daba de comer. Entró en el vehículo casi al mismo tiempo que yo. Lo puso en marcha y partimos.

La dejaba atrás, la iba perdiendo de vista como cuando pierdes de vista la costa mientras te adentras en alta mar. Prometí no olvidarla y eso haré. Prometí volver y eso he hecho. Continúo regresando.

Quisiera poder reventarme el corazón para no tener que volver a enamorarme de ese modo otra vez. Mientras llega ese momento seguiré enamorado de ella. Ella estará siempre ahí, esperando.

Dios, como amo ese lugar. Gracias Iruña.

El viaje

69924 horas. Lance tenía siete años cuando empezó a ayudar a su padre a cuidar el ganado de su granja de las afueras de Eugene, Oregon. No le gustaba demasiado.

4010 días. Recogió del establo su pequeña bicicleta y decidió dar un paseo por el parque Amazon en la parte sur de la ciudad. Una fortuita caída en Adidas Trail envió a la cloaca su primer sueño infantil de convertirse en ciclista. Se rompió el menisco de la rodilla derecha y apareció un persistente miedo de subirse sobre las dos ruedas.

5106 días. Su amigo Adam South le regaló para su trece cumpleaños un compact disc de un grupo llamado Foo Fighters. No sabía quienes eran. Esa misma tarde los escucharon juntos en el pequeño reproductor que tenía en su cuarto. Demasiado ruidosos.

6202 días. Con dieciséis años su colección de discos alcanzaba ya la cifra de 350. Su nuevo sueño como adolescente era convertirse en un guitarrista famoso. El ruido podía contener más de lo que parecía en un principio.

8028 días. Un suelo de baldosas blancas y negras coronado por una aparatosa mirrorball formaban el escenario del John Henry's Club donde esa noche daría su primer concierto con los Desert Dust. Una Fender Telecaster de segunda mano para zurdos, un bajo Paul Reed Smith, también de segunda mano y una Pearl Rhythm Traveler de madera de álamo que parecía más bien de cuarta mano era todo el equipaje que llevaban.

8030 días. Segundo Show en el mismo club. Idéntico repertorio. El mismo público y diferente final. El recubrimiento de celuloide de la batería no pudo aguantar más los furiosos envites de Brian Lee, otro de sus amigos de su infancia, y percusionista de los DD, como les conocían en el club. El concierto terminó a los cuarenta minutos de comenzar. Cameron Driscoll, uno de los habituales del club les ofreció una Yamaha Rd2f Rydeen por menos de la mitad de su precio en el mercado. Pero no tenían 250 dólares.

8758 días. Lance se enfrentaba a su primer concierto como banda de culto en el Opera House de Detroit. Había menos ruido pero idéntico sentimiento en sus canciones. David DiChiera, director del teatro, no era precisamente un fan de su música pero accedió a la petición de su manager para que pudieran tocar en un lugar donde Tom Waits, uno de sus ídolos, había tocado.

9854 días. Dexter, el padre de Lance, murió después de perder el control del Ford Mustang Shelby GT 500 que su hijo le regaló tras ganar su primer millon de dólares. Lance decidió dejar Eugene para trasladarse a Lincoln en Nebraska donde vivía su tía Donna y donde alquiló un pequeño apartamento entre la calle 40 y Pine Lake. Dejó la banda. Seguía escuchando música.

1616 semanas. Se casó con Mary Donaldson una exgroupie que le había echado el ojo en uno de sus conciertos en el Memorial Stadium de Baltimore justo el día de su cumpleaños, el 10 de noviembre. Ella esperaba en la puerta por la que accedería la banda y podía decirse que él no tenía mal gusto. No fue un flechazo pero ella fue muy insistente.

56 semanas más tarde nació su hijo Ryan. Mary murió debido a complicaciones durante el parto.

446 meses. Lance se compra una granja alejada de todo y de todos en North Platte también en el condado de Lincoln. La tristeza le embutió en si mismo tan intensamente que tardó casi un año en cruzar el umbral de su casa para salir. Todas sus compras las hacía por teléfono y se las traía su amigo Adam.

44 años. Sentía que no le quedaba mucho tiempo. Lance seguía igual de triste. Volvió a Eugene. Su viejo amigo Phil fue el primero que fue a saludarle. Apenas si lo reconocía. Vestido con un pantalón de franela gris y una camisa de cuadros amarillos, marrones y naranjas tan raída como su propia piel. Lance estaba extremadamente delgado tanto que hasta le costaba un notable esfuerzo caminar. Sus eternos ojos azules parecían haberse apagado y su brillante pelo rubio había pasado a ser de un sombrío gris intenso. Sus finos labios despedazaban las palabras mientras Phil miraba tímidamente las oquedades de su desvencijada boca. Hablaron durante horas mientras sus temblorosas manos se agitaban espasmódicamente.

Lance no le estaba contando su vida, su vida le había contado a él.

Denominación de origen

He visto y oído que este año en las fiestas de mi pueblo actuarán, entre otras, la Orquesta Nuevo Ritmo de Cambados y Fiesta Joven de Laredo. Verán; yo ya no soy uno de esos adolescentes que gritan enloquecidos en una actuación (¿¿¿???) de los ilustres Bisbal, Chayanne, Ricky Martin, PerLópez o Britney Spears (aunque hoy ya no se si muchos seguirían perdiendo el culo por esta mujer) ni tampoco soy uno de esas personas igualmente enloquecidas aunque, por momentos, algo menos estridentes cuyos dioses en la tierra se apellidan Pantoja, Del Monte, Montiel, Sevilla amen de otros y otras folclóricas y folclóricos de gran peso escénico e incluso de otros grandes pesos. Mi locura es de otra clase. A mi no me gustan ni los unos ni los otros. Pero no sé. Me asaltan las dudas, esto me suena raro. Yo, al menos, no entiendo muy bien cual es el valor añadido para una orquesta o grupo musical el lugar de dónde vengan. ¿O sí?.

Bien mirado supongo que hoy en día la procedencia geográfica ha de ser considerada como un nuevo valor cultural, artístico, científico, histórico, político e incluso de la condición moral de la persona. Corríjanme si me equivoco pero la cosa debe de ser algo parecido a lo que ocurre con el café de Colombia, el salmón noruego, el caviar iraní, la cerveza belga, el champán francés, la faba asturiana o los extraterrestres (que obviamente tienen que ser de Marte). Y ya puestos, por qué no, algo así sucede también con el pollo de Kentucky, el rosbif o también conocido como roastbeef, el sushi, los bollos suizos, las hamburguesas de MacDonalds, los bocatas de Pans & Company, las pizzas de Telepizza (aunque, en este caso, no recuerdo la capital de este país) o el tofú de… bueno el tofú oriental. Todo de donde debe ser. ¿No?

Lo mismo le pasa a otras manifestaciones artísticas. En cuestiones musicales apenas existen las dudas. El vals ha de ser alemán (si acaso podría aceptarse el vienés), la gaita escocesa (en ocasiones podría servir la gallega), la samba brasileña, el rock americano, (pero no solo el angelino de finales de los 80 y principios de los 90), la guitarra española (como mucho eléctrica), el merengue dominicano (posiblemente a la gran mayoría de seres humanos les valdría haitiano o de Venezuela e incluso a algunos nos valdría si no procediera de ninguna parte), la polka… pues polaca ¿no?. Y, ¿Qué me dicen del cine?. El cine tiene que ser norteamericano (sobre todo si lo que se quiere es hablar mal de él), francés o italiano (si se quiere hablar bien) o como mucho iraní o hindú. Es cierto que hay grandes películas procedentes de Mongolia, Chequia, Burkina Faso, Samoa, Tayikisán, Montenegro, Sri Lanka e incluso de Malawi. En este momento no recuerdo demasiadas aunque las hay, seguro. De cualquier modo me preocupa más la producción vaticana, especialmente si hubiera alguna producción. Aunque con toda seguridad no sería para mondarse de la risa. En la literatura tres cuartos de lo mismo aunque esta es una cuestión más delicada sobre la que no me pronunciaré. No todo el mundo hace cine ni la mayoría de la gente compone canciones o sinfonías pero todo el mundo escribe algo aunque sólo sea la lista de la compra.

En el mundo de la política idem de idem. Grandes políticos, ideólogos y defensores de la libertad nos han llegado del Reino Unido, Alemania, Bolivia, Italia, Estados Unidos, Afganistán, Francia, España, Irlanda, Siria, Catalunya y Euskadi. Grandes dictadores y detractores de la libertad de Corea del norte, China, Cuba, Portugal, el Congo –el belga, creo-, la ex Unión Soviética, Alemania, Estados Unidos, la ex Yugoslavia, España, Argentina, Italia, México y también de Estados Unidos. Luego tenemos los políticos recubiertos con pieles de cordero escondiendo los lobos que llevan dentro y que han venido… oh, dios santo: de todas partes menos de Suiza (supongo que me he acabado creyendo eso de que son neutrales en todo). En todo ocurre lo mismo, Los médicos que no sean filipinos y los dentistas que no sean sudamericanos. Los curanderos mejor si son filipinos o sudamericanos. Discúlpenme pero no conozco ninguno danés ni de Malí (y perdónenme de nuevo por no saber cual es el gentilicio de este lugar). Los temporeros mejor si son rumanos, polacos o marroquíes. Los terroristas libios, chechenos o iranís. Los controladores aéreos mejor si no lo son. Los relojeros suizos (igual que los bollos), los bohemios franceses, los pastores alemanes, los puros cubanos, los tigres de bengala, las murallas chinas, como los acupuntores, los aparatos electrónicos japoneses, el billar americano, los indios de la india (de los otros ya no deben quedar), los piratas del caribe y los niños de parís. Cada persona y cada cosa en su sitio y de su sitio.

Y… ¿Ya les he hablado de la gastronomía? Qué desliz. Prueben si no el trempó menorquín, las magras al estilo aragonés, el bienmesabe canario, la txistorra navarra, la filloas gallegas, el all i pebre valenciano, el mojete manchego, la quesada pasiega de Cantabria, el zorongollo extremeño, el pantumaca o más correctamente llamado pa amb tomàquet catalán, el franchipan guipuzcoano, el calderote riojano y otros manjares de esta nuestra piel de toro. Todo español, como debe ser. O todo peninsular como debe ser. O todo del estado español, como debe ser (y es que Portugal no cuenta).

¡¡¡Que rico es el planeta y cuán pobres sus habitantes!!!. Lo cierto es que no recuerdo si esto lo ha dicho alguna importante personalidad o se me ha ocurrido a mi solito.

¡Ayyyy! Recuerdo los tiempos donde todo se reducía a tu barrio, tu casa, familia, tus amigos, tus profesores, tu bar preferido, las dos cadenas de televisión del momento y tu emisora de radio favorita. ¡Qué tiempos aquellos!.

En otra ocasión les hablaré de los magnates de la comunicación, los futbolistas –o también conocidos como modelos publicitarios-, de los/as modelos de verdad (tengo un pequeño problema ¿he de decir las modelas?), los jeques árabes, los presidentes de empresas tecnológicas, de las estrellas de cine, los tenistas, los golfistas y de los que juegan al paddle, de los cantantes ¿¿?? de campaña de marketing, de los cocineros de la nouvelle cousine, de los echadores de cartas y astrólogos varios, de los cazadores de subvenciones disfrazados de talentos creadores de grandes ideas, de los pintores y escultores de vanguardia, de los polemistas de postal de 5 céntimos (o un duro, como prefieran) metidos a solucionadores de los males del mundo, de los/las presentadores/as de programas del corazón (intuyo que un corazón con forma de cartera piel, plagada de un buen fajo billetes, unas cuantas tarjetas de crédito y el cerebro de una ameba) de los políticos no incluidos en ninguna de las categorías anteriores, sean de donde sean y, posiblemente, les hablaré de mí.

Por cierto no sé si se lo he dicho ya pero yo soy de Candás y, por el momento he de dejarles. Tengo una cita con mi novia Albanesa. Hemos quedado con unos amigos uruguayos para tomarnos unas copitas de vino del Penedés para luego ir a cenar en un restaurante turco cerca del barrio chino de Barcelona. Imagino que luego iremos al cine a ver alguna película croata de culto y luego a acostarnos bajo en nórdico de rigor tras tomar un vaso de leche caliente de central lechera asturiana.

¡¡¡Que grande es el planeta y qué pequeños sus habitantes!!!. Esta es mía. Aunque no estoy muy seguro.

¡Viva Candás!.

P.S. En realidad no soy de Candás. ¿Eso importa?

El comienzo

Hola a todos/as

No tengo nada claro cual puede ser mi papel en este universo denominado blogosfera. Tampoco sé muy bien como voy a empezar esta andadura, como continuarla en el caso que la arranque definitivamente y como terminará. Lo que si sé que este espacio será el espacio de la web en el que volcaré mi pequeño universo interior y como se relaciona con el gran universo exterior.

El título del blog trata de rendir mi pequeño homenaje a mi película favorita. Por muy diversos motivos pero todos ellos con un denominador común, que se ubica en lo más profundo de ese mi universo interior. Desde el momento en que los cientos de fotogramas circularon por delante de mis retinas y se instalaron en alguna misteriosa parte de mi cerebro y de mi "alma" se convirtió en una referencia para mi y para mi carácter. Agosto de 2001, si no recuerdo mal. Una etapa difícil en mi vida, posiblemente la más dura y complicada, durante la que la fortuna hizo que descubriera una nueva ciudad, nuevos amigos, una película que me marcaría y las dificultades con las que muchos corazones han de enfrentarse a lo largo de la vida.

Hay un antes y un después tras esa fecha; como hay un antes y un después de cada momento importante de la vida (incluso me atrevería a decir que hay un antes y un después de todo momento).

No está entre mis intenciones hacer apología de nada, ni de una película, ni de una persona ni de un ningún país, ni de ninguna idea de modo que este blog únicamente tiene la intención de ser un escaparate hacia mis momentos especiales, mis vivencias menos agradables, mis inquietudes, mis miedos, mis anhelos, mis sueños... lo que se me vaya ocurriendo a medida que tome cuerpo, si es que lo toma.

Me llamo Jose Luis, nací, vivo y trabajo en Asturias. Tengo el corazón navarro (eso lo explicaré en otra ocasión), la mente inquieta, el carácter firme aunque débil, las ideas claras y... los mejores amigos del mundo.

No sé si mucho, poco o nada pero eso es lo que se encontrará quien viaje por aquí.

Para empezar os dejo una de mis frases favoritas y os pongo alguno de mis """cuentos""" relatos o como los queráis llamar. No son muchos, hacía mucho tiempo que se me habían quitado las ganas de escribir. Los he rescatado haciendo arqueología en los archivos de mi ordenador. Espero que alguno de ellos os gusten. GRACIAS

"Nuestra identidad no es nuestra forma, podemos tener cualquier forma y seguir siendo quienes somos". Orson Scott Card. Traición.