15 de febrero
Lleva el pelo engominado y su corte es impecable. El planchado de su camisa resulta no menos perfecto. La viva imagen de un yuppi pasado de moda. Podría ser un corredor de bolsa o un agente comercial de una compañía de seguros cualquiera. Un maletín negro descansa sobre una de las tres sillas que rodean la mesa donde está sentado en la cafetería del aeropuerto. Lee un periódico con el papel de color sepia. Sin apartar la vista del periódico levanta la pequeña taza de café que le delata como consumidor de café solo o cortado. Pese a la prohibición del cartel que colgaba justo en la pared que tiene enfrente enciende un cigarrillo. El filtro es blanco por lo que es un tabaco extranjero o es tabaco negro. Quiero pensar en alguna clase de rubio exótico acorde con su aspecto. Uno de sus brazos me impide ver el paquete, no consigo averiguar la marca. Da intensas caladas entornado los ojos con cada una de ellas y acompañándolas con una ligera elevación de sus hombros. Parece disfrutar haciéndolo. He podido contar cinco antes de que uno de los empleados del establecimiento se acercase titubeante inclinándose ligeramente hacia la cabeza del engominado. Le dice algo que no consigo escuchar. De inmediato aplasta el cigarrillo en las paredes de la minipapelera metálica que preside la mesa, no hay cenicero. Apenas se ha inmutado mientras continúa leyendo el periódico. Durante unos instantes y con cara de sorpresa se queda fijamente mirando una de las páginas mientras niega con la cabeza. Esboza una leve sonrisa mientras continúa con su movimiento de negación, lo propio de un sabelotodo arrogante. Detesto esa clase de gestos. Se levanta y con paso apresurado se acerca al mostrador y se dirige a la única camarera de la cafetería. En unos instantes dispone de un minúsculo bocadillo sobre un plato con dos servilletas. Creo que es pollo, consigo ver la lechuga y un ligero desparrame de mayonesa por unos de los laterales. Le da un pequeño mordisco y se limpia la comisura de los labios con una de las servilletas. Levanta la cabeza y mira a su alrededor. No creo que busque a nadie. Desvía su mirada hacia cada una de las chicas bonitas que cruzan por delante de él. Solo las mira. No dice nada. Mira de nuevo el reloj, es la tercera o cuarta vez que lo hace. Sin embargo parece no tener prisa. Consigo fijarme en el paquete de tabaco que había quedado oculto bajo el periódico. Es un Winston raro. El paquete es blanco nunca había visto uno así. El Light tiene la banda de color azul, este la tiene roja y las esquinas de la cajetilla son redondeadas. Durante unos minutos juega con ella y con el encendedor. Coloca este encima, lo pone de pie, vuelve a recolocarlo mientras le da vueltas entre los dedos del mismo modo que un jugador de poker juega con una moneda. Finalmente guarda ambos en el bolsillo de su chaqueta. Deja la mano unos instantes dentro. Alguien se le acerca. Es un chico joven de esos que llevan dos cazadoras. Una de ellas con una capucha que sobresale por el cuello de la otra. Se para delante del yuppi y comienzan a hablar. Los dos dirigen su mirada hacia el panel de información de vuelos mientras siguen hablando. El engominado se levanta. El joven se vuelve sobre sí, coge una de las sillas y coloca su mochila en ella. Uno se va y el otro se queda. Coloca un libro encima de la mesa, un gorro de lana negro y un pequeño cuaderno. Consigo adivinar el título del libro, por la portada que había visto en otras ocasiones en varias librerías, en ella figura una fila de cigarrillos partidos por la mitad “Es fácil dejar de fumar, si sabes como”. Detesto esos libros de autoayuda, me hacen sentirme como un idiota. Pretenden hacer tu vida más fácil pero lo que consiguen es que sea la misma pero con unos euros menos en el bolsillo. Son como las hamburguesas, pura mierda aunque tengan buen sabor. Abre su cuaderno mientras sostiene un pequeño bolígrafo negro del tamaño de un mechero. El joven mira a su alrededor, mira al mostrador, a los camareros, a los viajeros que están sentados en las mesas esperando su vuelo, a la madre con una niña en brazos que no deja de llorar, mira a la chica de pelo rubio que cruza rápidamente por delante de él; me mira a mí.
…
15 de febrero
Son las 11:24 de la mañana. Estoy sentado en la mesa que antes ocupaba el director de logística de una empresa de fabricación de plásticos. Se marcha a Ámsterdam. Espero que vengan a recoger la mesa. Pediré un zumo de naranja y una tostada.
Mira y escribe. No deja de hacer ambas cosas. Chaqueta de pana gastada, gafas de pasta negra. Uno de esos escritores frustrados o de pega que quieren hacerse notar mientras escriben dios sabe qué con sabe dios que intención; uno de esos que piensan “Sólo quiero que vean que escribo, queda bien”. Quién sabe, quizás lo sea. Abro el libro. Quiero dejar de fumar.
Quizá sea demasiado pretencioso al escribir esto pero todo lo que podría decirse de mi se resume en una frase que, hace tiempo, dijo el bataría de una banda que me gusta mucho, Danny Carey, de Tool: "No soy quien quiero ser, no soy quién debería ser pero, por suerte, no soy quién era" En otras ocasiones me gusta referirme a mí mismo como hubiera hecho el escritor Orson Scott Card "Nuestra identidad no es nuestra forma, podemos tener cualquier forma y seguir siendo quienes somos"
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