"Yo nunca pienso en el futuro. Viene bastante rápido.", Albert Einstein
Román concluyó su encendido discurso como nuevo catedrático de física teórica de la Universidad de B.H. con un seco: gracias por su enorme interés. Además de ser considerado un físico genial, el más brillante de su generación, era un individuo flemático y con una fina ironía latente en cada uno de sus actos y sus palabras.
Su Teoría Tiempo congelado le había reportado una numerosa legión de seguidores y una, no menos nutrida, de detractores. Básicamente sus postulados demostraban o, trataban de demostrar, en opinión de otros ilustres sabios, que en el continuo espacio-tiempo, entre el pasado y el futuro, existía una especie de tiempo "muerto" como él lo llamaba en el que cada acontecimiento se hallaba literalmente detenido. Era factible intervenir en sucesos pasados para que acontecimientos posteriores tuviesen un desenlace diferente. No resultaba necesario detener el tiempo puesto que este se hallaba ya parado, transcurría como una sucesión de fotogramas fijos en una película dando sensación de que fluía pero el tiempo, según su teoría era una sucesión de instantes fijos y podía ser manipulado actuando sobre uno de esos momentos en que se hallaba congelado. Sencilla de entender en sus planteamientos básicos, su teoría, no lo era tanto en cuanto a su desarrollo matemático. No obstante, sus potenciales aplicaciones-e implicaciones- prácticas a casi nadie le pasaban desapercibidas. Era una especie de paradoja de Zenón revisitada pero referida, en este caso, al tiempo. El tiempo no se mueve, no transcurre como dice el propio Román.
Su trabajo, que le había tenido atado durante más de 25 años a las ecuaciones, a su despacho y a las pruebas en el laboratorio, se basaba en anteriores teorías e hipótesis de afamados físicos. Había recolectado de aquí y de allí elementos válidos, según él, para perseguir el objetivo final de convertirse en el científico más prestigioso del siglo. Elaboró alternativas y brillantes soluciones a algunas de las ecuaciones de Einstein, de Lorentz, Roger Penrose, B. Podolsky y Roy Kerr para construir su aportación a la ciencia en forma de la más revolucionaria teoría física jamás elaborada. Había superado el problema que le planteaba la paradoja de Norman Forrester que supuestamente imposibilitaba la observación del continuo espacio temporal en desde otra ubicación espacio-temporal concreta. Forrester creía haber cerrado esta cuestión 7 años antes cuando elaboró su Teoría del vacío temporal.
Román era sobresaliente hasta el insulto, acostumbraba a decir su compañero de estudios en su momento y ahora compañero de departamento, Lucas Ribera quien le ayudó a construir el Ojo del Tiempo nombre con el que ambos bautizaron el ingenio que les permitiría hacer observaciones del espacio-tiempo en el momento en que éste se encuentra detenido e introducir modificaciones en el mismo. El artefacto, construido en las Instalaciones del Instituto Lorentz de Investigaciones Físicas Avanzadas (ILIFA) en el desierto de Sonora, aún no podía operar a gran escala y, hasta la fecha, sus experimentos se limitaban a leves observaciones-modificaciones con unas pocas partículas. Los primeros y sucesivos ensayos fueron todo un éxito.
La Etiqueta del Tiempo, Crontab como lo llamaba el equipo, estaba lista y a punto para ser estrenada en las pruebas que el Instituto había diseñado para intervenir en el tiempo a escala macroscópica.
Tardaron 5 meses de intenso trabajo, y múltiples quebraderos de cabeza, en obtener todos los permisos del Departamento de ciencia para poner en marcha el primer experimento con Crontab. El 7 de julio de 2040 fue el día elegido para acceder a la gloria. Todos estaban enormemente nerviosos pero igualmente ilusionados. Los paneles de control de Crontab ya estaban activados y los monitores mostraban al equipo los niveles de carga del núcleo del generador Zeus. Theo también estaba preparado. Theo era un complejísimo software que les permitiría capturar las instantáneas temporales e introducir los cambios que considerasen oportunos. Había sido desarrollado en el CalTech por un equipo de 50 ingenieros de software especialistas en desarrollo de algoritmos cruzados para programas de inteligencia artificial y software de simulación para procesos físicos de muy altas energías.
La cegadora luz del sol del desierto de Sonora entraba por la inmensa cristalera del laboratorio 5 donde estaba alojado Crontab saturándolo todo de luz en un momento de por sí brillante para todo el equipo y para Román en particular.
- Todo dispuesto -gritó el jefe de sistemas físicos, Ian Storm
- Todas las lecturas normales -le acompañó en el cántico Thomas Monterrey, el que fuera ingeniero jefe durante el desarrollo de Theo y ahora Supervisor de proyectos de software del Instituto
Sin disimulados nervios, impropios de alguien con su altivez, Román se acercó con un rítmico caminar hacia el Monitor 1 del control principal de la máquina dispuesto a hacer estremecer a la ciencia y a los científicos.
Se oyó un nuevo grito en la sala del laboratorio, esta vez no tan aparatoso como el de Ian, proveniente del operador de la consola 3
- Ligeras alteraciones en el flujo energético del núcleo.
- No hay por que preocuparse - replicó de inmediato Thomas
Román supervisaba todo el operativo desde el puesto 1 e introdujo en su terminal la orden que permitiría a Theo estabilizar la composición del núcleo de Crontab. El interfaz de Theo ocupaba la mitad de la pantalla mientras una de ventanas escupía velozmente cantidades ingentes de datos. Miró de reojo a Lucas mientras acercaba su mano a un anaranjado botón con la inscripción Capture. Estaba listo para capturar el momento que había elegido, el 14 de abril de 1865; justo en el momento en que John Wilkes Booth, entraría en el teatro Ford. Ya había introducido la fecha en el registro de eventos de entrada y se disponía a pulsar el botón naranja que permitiría a Crontab acceder a esa posición espacio-temporal para proceder a su alteración.
Algo salió mal.
La temblorosa voz de Bob, el operador del terminal 7, se oyó como un canto de gallo al amanecer.
En la pantalla de su terminal aparecía un parpadeante mensaje en rojo que decía: SYSTEM FAILURE.
- Hay un fallo crítico en el sistema - silenció su voz en seco.
En el año 2239 ya habían comprendido totalmente la naturaleza de las intervenciones en el tiempo y sus implicaciones prácticas.
En el ILIFA Vince Krueger, supervisor del departamento de física temporal, se disponía a poner en funcionamiento a H.G Wells como denominaron a su invención. Se acercó sereno a la consola y apuntó con el haz de láser de su dispositivo operador al panel de introducción de datos del registro de eventos de entrada. La fecha elegida fue el 7 de julio de 2040.
Para si mismo pensó: ¿por qué jugar a deshacer la memoria? Él era físico y no historiador pero le habían encargado velar por la seguridad y la integridad del tiempo y los acontecimientos. Y eso hizo.
Quizá sea demasiado pretencioso al escribir esto pero todo lo que podría decirse de mi se resume en una frase que, hace tiempo, dijo el bataría de una banda que me gusta mucho, Danny Carey, de Tool: "No soy quien quiero ser, no soy quién debería ser pero, por suerte, no soy quién era" En otras ocasiones me gusta referirme a mí mismo como hubiera hecho el escritor Orson Scott Card "Nuestra identidad no es nuestra forma, podemos tener cualquier forma y seguir siendo quienes somos"
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