miércoles, 17 de septiembre de 2008

Emergencias

Emergencia: Cualquier situación no deseada e imprevista que pueda poner en peligro la integridad física de las personas, las dependencias y el medio ambiente, exigiendo una actuación y/o evacuación rápida y segura de las mismas...

Para Andrés su vida entera era una emergencia. Los últimos siete años fueron una emergencia. Los últimos dos meses fueron una emergencia y el 112 no era, precisamente el teléfono que podía ayudarle.

Hacía 5 años su prometida le dejó "colgado" en el altar de la Iglesia de San Justo donde iban a casarse después de 14 años de relación. Tres meses más tarde ya había solicitado su ingreso en los Grupos Terapéuticos de Alcohólicos Anónimos tras darse cuenta que habia perdido el control de su vida y no le importaba lo más mínimo que o cuales sustancias la controlasen ahora. Al salir de una de sus reuniones un conductor borracho perdió el control de su vehículo y arremetió contra él atrapándole entre éste y un árbol de la Avenida de los Reyes Católicos. Tuvieron que amputarle la pierna derecha. Perdió su trabajo una semana más tarde ante la imposibilidad de "negociar" un cambio de puesto de trabajo en la empresa. Cuando conoció a Clara quiso creer que aquello supondría pasar de las constantes situaciones de emergencia a las situaciones de tranquilidad que tanto anhelaba. Como en otras ocasiones se equivocó. Clara era una mujer hipnótica, oscura y caprichosa. Se lo pasó muy bien durante el año y medio que duró la relación aprovechando la predisposición de Andrés a escuchar historias tristes como la suya y le dió carpetazo en el momento en que Andrés más la necesitaba. Uno más de sus caprichos. El siguiente fue apuntarse a clases de Pilates y acudir más a menudo al club de golf con su amiga Paula...

Dos días mas tarde Andrés ingresó en las Urgencias del Hospital del Santo Angel por una intoxicación etílica grave y acusados síntomas de hipotermia. Lo médicos trataron de estimularle durante varias horas para conseguir reanimarle. Y finalmente lograron hacerlo. Rebeca, la enfermera que le encontró en la calle medio moribundo consiguió evitar que Andrés se ahogase en su propio vómito. Le abrazó nada más comprobar su pulso, lo colocó boca abajo y con la cabeza ladeada para evitar la aspiración del vómito, gesto que fue agradecido efusivamente por los servicios médicos del Hospital. Rebeca tuvo que irse tras preguntar a sus compañeros de profesión si podía ayudar en algo más y recibir la respuesta habitual de que ellos realizarían su trabajo y que podía estar tranquila. Se acercó a Andrés de nuevo, durante unos segundos antes de darse la vuelta y echar a andar hacia la salida de las dependencias hospitalarias. Su silueta se perdió de vista al cabo de un par de minutos.

Andrés paso las siguientes dos semanas encerrado en casa sin salir ni siquiera para hacer las compras que, por otro lado, le llevaba habitualmente a su domicilio Javier, el dueño de la tienda de ultramarinos que estaba a 50 metros de su casa al otro lado de la calle. Ningún día recordaba nada de lo ocurrido el día anterior. Tampoco quería hacerlo. Se despertaba a menudo tirado sobre la alfombra; se levantaba, cogía sus muletas, trataba de adecentar el suelo del salón como podía y vuelta empezar de nuevo. Pero ese día mientras limpiaba los desperfectos de una jornada de excesos premeditados ocurrió algo. Bajo la mesa que albergaba los restos de comida y botellas que utilizaba diariamente para seguir provocando a su hígado divisó un pequeño papel que recogió de inmediato. No recordaba nada sobre el tema de modo que lo abrió.

En el papel había escritos un nombre y un número de teléfono. No era el teléfono de emergencias 112 ni el de ninguno de sus amigos. No conseguía recordar de quien era, aunque como es lógico le hubiera extrañado haber podido hacerlo. Se acercó lentamente al desgastado taquillón de la entrada de su casa. Descolgó el auricular del teléfono y marcó el número escrito en el papel: 630971160. Tras varios tonos de llamada sonó una suave voz femenina

- ¿Sí?. ¿Quién es?

- Supongo que eres Rebeca, ¿no es así? -respondió Andrés con aparente tranquilidad

- Si, soy Rebeca y... tú ¿eres? -añadió ella con notoria inquietud

- Yo soy la persona a la que le salvaste la vida hace dos semanas -dijo Andrés arriesgándose a equivocarse pero asumiendo las posibles consecuencias de su equívoco.

Se hizo un breve silencio en ambos lado del aparato. Andrés habia marcado el número de teléfono que figuraba en aquel trozo de papel sin saber muy bien qué decir a quien iba a decírselo. Acertó. Había llamado a "emergencias" y, de nuevo, volvieron a atenderle amablemente.

Rebeca y Andrés, quedaron para tomar un café. Y hablaron. Ese día ya no olvidó nada. Nunca más tuvo que abrir su agenda para buscar el número de teléfono de las emergencias.

P.S. El número de teléfono del relato es inventado. Pido disculpas, por adelantado, si casualmente resultase un número real y pudiese haber provocado alguna clase de situación inesperada y/o no deseada.

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